¿La escalera corporativa o la serpiente del emprendedurismo?
¿Empleado o emprendedor? Dos caminos, dos vidas, un debate eterno. ¿Es mejor la estabilidad del empleo o la libertad (y riesgo) del emprendimiento? Este artículo no busca quedar bien con nadie: te lleva a reflexionar, a cuestionar tu elección y a enfrentar las realidades de cada camino.

Una mirada honesta a dos caminos de vida
El tema que he elegido hoy podría prestarse a la polémica, pues implica contrastar dos formas de vida igualmente válidas y respetables: ser empleado o emprendedor. ¿Cuál es el camino correcto? ¿Cuál es el adecuado para ti?
Antes de tomar partido, vale la pena reconocer que un gran emprendedor pudo haber sido empleado antes de decidir abrir su negocio. También, un empleado con una trayectoria ejemplar podría decidir emprender hasta su jubilación. Como dice el dicho: “Hay de todo en la viña del Señor”.
El camino recto: trabajar para otros
Cuando me gradué de la universidad, muchos de mis compañeros eligieron el camino de la escalera corporativa. Ajustaron sus currículos, asistieron a entrevistas y lograron entrar a grandes empresas. Los beneficios de su decisión se hicieron evidentes rápidamente: salarios competitivos, prestaciones médicas, seguridad social, capacitación continua y un plan de carrera bien definido. Un empleo estable, con retos claros y apoyo organizacional, ¿suena tentador, no?
Sin embargo, con el paso de los años, es posible que algunas preguntas todavía ronden sus mentes:
• ¿Cuánto tiempo podré mantener este empleo?
• ¿Qué tan dependiente soy de mi empresa?
• ¿Qué oportunidades estoy dejando pasar por estar aquí?
Recuerdo que, al principio, sentí cierta envidia al verlos avanzar en ese mundo corporativo. Me decía a mí mismo frases como: “Ya verás, en unos años esto se voltea” o “No dejes que un salario te defina; tú puedes construir algo sin límites”. Estas ideas me motivaban y, aunque sigo creyendo en muchas de ellas, también reconozco que no todo es blanco o negro.
La ruta panorámica y sinuosa: el emprendimiento
Decidir emprender es notable, en parte, porque es inusual. A los emprendedores se nos percibe como valientes, aventureros, rebeldes… y, en ocasiones, imprudentes. ¿Quién en su sano juicio dejaría la estabilidad para enfrentarse a lo desconocido? Sin importar la razón, dar el salto al emprendimiento te coloca bajo una lupa: algunos te ven como un “rockstar” mientras otros levantan cejas incrédulas o murmuran críticas.
Sin duda es atractivo ser el rockstar del grupo, al menos por un tiempo. Desde mi experiencia, puedo decir que el estatus del emprendedor puede pasar del “wow, qué chido”, a un “neta, ¿sigues en eso?” de manera muy veloz. El prestigio o el estatus no es la razón por la que emprendemos, y no debería serlo. Pero viene con el paquete, entonces se disfruta mientras se puede, y se sufre cuando hay que hacerlo.
Más allá del estatus social que te da el formar tu propia empresa, la situación puede ser muy inestable y quien te encuentre un lunes puede deducir que te está yendo de maravilla, mientras que la que te encontró el jueves piensa que pronto estarás arruinado. ¿Quién sabe? Al menos la moneda sigue en el aire.
Entonces, ¿quién va ganando?
A casi dos décadas de haber tomado esta decisión, puedo decir que la calidad de vida de muchos emprendedores (incluyendo la mía) sigue estando por debajo de quienes optaron por el mundo corporativo. Bonos, ascensos, prestaciones y estabilidad salarial son difíciles de equiparar con los ingresos variables de un empresario. Lo que al inicio parece un sacrificio temporal, en muchos casos se convierte en un desafío permanente.
Sin embargo, con el tiempo he aprendido que no se trata de competir. Los emprendedores que maduramos en este camino, aprendemos a valorar nuestro rol en la sociedad y nos enfocamos en metas más grandes: crecimiento, trascendencia y la construcción de equipos sólidos. Cada día enfrentamos retos, tomamos decisiones complejas y buscamos generar impacto en nuestras comunidades.
Más allá de la calidad de vida personal, nuestra atención está en un gran tablero: la realidad de nuestras ciudades, industrias y países. No nos conformamos con el bienestar individual; trabajamos por la prosperidad de nuestros colaboradores, clientes y entornos. Aunque emprender es un camino incierto, nos mueve la idea de llegar más lejos y de abrir senderos que nadie más ha pisado.
Reflexión final: ¿qué camino eliges?
¿Te identificas con alguna de estas perspectivas? Tanto emprender como emplearse tienen luces y sombras. Mi intención con este artículo es que te sientas orgulloso de tu decisión, sea cual sea.
Si tienes un punto de vista diferente, ¡me encantaría escucharlo! Y si este artículo te hizo reflexionar, no olvides suscribirte al blog para más contenido como este.